A finales de mayo del año 1528 Hernán Cortés y su comitiva llegaron a España para presentar al emperador sus regalos, tributos y probanzas de la Conquista de México. Desembarcó en el famoso puerto de Palos -cuna de marineros intrépidos y lanzadera del descubrimiento del Nuevo Mundo- y quedó descansando unos días en el monasterio de la Rábida. Le acompañó su entrañable amigo y paisano Gonzalo de Sandoval, esforzado capitán que demostró su valía a lo largo de la Conquista, dejando claro a sus compañeros que nada importaba ser joven e inexperto –tenía tan solo 22 años cuando se embarcó con Cortés– o no poseer hacienda alguna para ser respetado en aquella Nueva España.

Sandoval cayó gravemente enfermo al poco de llegar y un cordonero de jarcias del lugar se ofreció a cuidar de él. Pasó varios días en casa de su anfitrión, pero su estado no hizo sino empeorar, cosa que aprovechó el cordonero para robarle las 13 barras de oro que Gonzalo tenía por única fortuna y huir a Portugal. Al poco de aquello, el esmerado Gonzalo de Sandoval, sabiendo que su fin estaba cerca, requirió la presencia de su amigo Hernán Cortés, quien acudió presto, lleno de ira por cuanto había llegado a sus oídos y sobrepasado por la pena que le producía despedir de este mundo a su más leal amigo y capitán, a quien solía llamar en público “hijo Sandoval”. Con él había combatido en decenas de batallas, a él le había encomendado algunas de las misiones más arriesgadas de la Conquista y en él había depositado varios de los asuntos más delicados de la “pacificación” de aquellos lares.

Espada de Gonzalo de Sandoval conservada en el monasterio de la Rábida

Sandoval murió joven (31 años), comido por las fiebres y despojado de su oro por un simple ratero, pero lo hizo en su querida tierra, acompañado por su amigo y con la satisfacción de haber puesto un imperio a sus pies, y como no, al servicio de su rey. Gonzalo de Sandoval fue enterrado en el monasterio de Nuestra Señora de la Rábida, bajo el mismo suelo que un día pisó Cristóbal Colón. Cortés sintió profundamente su pérdida, y más aún la sintió su buen amigo y compañero de fatigas Bernal Díaz del Castillo, quien se tomó la molestia de reconocer la valía de Sandoval una y otra vez en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” y lo recordó así:

No era hombre que sabía de letras, sino de buenas llanas, ni era codicioso de haber oro, sino solamente tener fama y hacer como buen capitán esforzado, y en las guerras que tuvimos en la Nueva España siempre tenía cuenta en mirar por los soldados […].

Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.

Recientes estudios indican que bien pudiera ser que Gonzalo de Sandoval mandase, poco antes de su muerte, ser enterrado en Niebla.

Fotograma de la serie «Hernán»

Bibliografía:

Bernal Díaz del Castillo, «Historia verdadera de la conquista de la Nueva España».

José Luis Martínez, «Hernán Cortés».

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