Leyendo las memorias del General George S. Patton encontré un capítulo muy curioso de cuando estuvo en Sicilia con el cual no pude evitar reírme. Es un juicio de valores bastante particular sobre la isla y su gente. Hoy comparto con vosotros un extracto:
“Cuestiones menores de la campaña de Sicilia”, adaptación:
«El siciliano del sur es probablemente el más sucio de todos los sicilianos. De hecho, se dieron casos en los que vivieron con cadáveres en el interior de sus casas durante varios días porque eran demasiado vagos para sacarlos. E incluso cuando utilizamos excavadoras para enterrarlos se enfadaron mucho y dijeron que los muertos debían ser enterrados horizontalmente y no verticalmente. Les dimos la oportunidad de ofrecer un enterramiento horizontal permitiendo a los civiles que “cabaran” las tumbas.
En el patio trasero de la casa que ocupaba conté una vez ocho chiquillos, once cabras, tres perros, una parvada de pollos y un caballo, todos removiendo la inmundicia del suelo. ninguno de ellos parecía estar moribundo. Supongo que la gente que se ha criado con salsa de tomate a la siciliana es inmune. Su método para la preparación de esta salsa es recoger tomates, muchos de ellos pasados, y estrujarlos con las manos en viejas sábanas, o trozos de papel, o puertas o cualquier cosa que puedan encontrar. Luego dejan esa masa, que parece sanguinolenta durante varios días, y a continuación la ponen en bandejas, generalmente en las aceras, para que se seque. Debido a que las calles no se han limpiado nunca, abunda un polvo cargado de gérmenes que se mezcla con la salsa. Esta es la cosa con la que se comen los macarrones.
La vida hogareña de los nativos es muy peculiar. Aparentemente no parece que hayan establecido un lugar concreto para cocinar, así que se cocina en las calles. Sus utensilios de cocina han mejorado considerablemente desde que llegamos, ya que ahora utilizan las latas de gasolina de 19 litros que desechamos. No solo cocinan en la calle, sino que lo hacen sentados y lo que es aún más penoso, cantan en las calles a todas horas del día y de la noche. Debido al hecho de que viven principalmente del ajo, que es vendido por ancianos que llevan ristras sobre el sus hombros, los cánticos no sólo impresionan al oído, también al olfato.
El siciliano cuida mucho mejor a sus animales que el árabe. Además al estar los animales sicilianos criados en las casas, son las criaturas más dóciles que haya visto nunca. Esto vale también para las mulas. Para animar a estos animales a tirar o caminar los sicilianos emiten un ruido que está entre el eructo y el crujido. No necesitan medios para detener el caballo, cuando paran de hacer ese sonido el caballo se detiene de inmediato.
Debido a que el siciliano dedica la mayor parte de su vida estar sentado, parecería natural que después de miles de años les hubiera dado tiempo a conseguir asientos confortables, pero no, se sientan en las piedras, en el barro, en cajas o en cualquier cosa salvo en sillas. Pese a todo, son gente muy jovial y parecen contentarse con su miseria, sería un error en mi opinión tratar de traerlos a nuestros estándares, que ellos ni apreciarían ni disfrutarían.»
Fuente: “La guerra como la conocí”.