Cortés llegó a América buscando mejorar su situación en Extremadura, pero, ¿hasta qué punto es cierto el origen humilde del conquistador?
A finales de julio de 1485, venía al mundo Hernando (o Fernando) Cortés. Lo hacía en calidad de hijo único, en el seno de una familia de hidalgos de Medellín (Extremadura), pueblo de buenas tierras pero alejado de rutas comerciales de interés que, por entonces, rondaría los pocos miles de habitantes.
Su padre, Martín Cortés de Monroy, cuentan las fuentes de la época, era originario de Salamanca y había engrosado las huestes castellanas durante la Reconquista. De él, comentaba fray Bartolomé de las Casas que era «un escudero que yo conocía, harto pobre y humilde, aunque cristiano viejo y dicen que hidalgo». La madre de Hernán, Catalina Pizarro Altamirano, era hija de un caballero de Trujillo llamado Hernán Sánchez Pizarro (por cuya parte emparentaba con Francisco Pizarro). Francisco López de Gómara la describía como una mujer «muy honesta, religiosa, recia y escasa».
Cortés vino al mundo en Medellín (Extremadura) en el seno de una familia de hidalgos de distinta procedencia
La Revista de Estudios Extremeños publicó en 1948 un trabajo de Celestino Vega, quien calculaba que la hacienda de los Cortés en Medellín podría alcanzar: un molino, un colmenar y una viña. Todo lo cual, produciría alrededor de unos 5.000 maravedís anuales. Aquello no era baladí, pero se podía considerar escueto si se comparaba con el sueldo de un paje de abordo, el rango más bajo dentro de la marinería, cuya ganancia oscilaba entre los 9.000-10.000 maravedís anuales.
En este punto, Esteban Mira Caballos hace una importante distinción, y es que «no era lo mismo ser un pobre que un pobre hidalgo en la España de la época». Y aunque la hacienda de los Cortés de Medellín era modesta, para nada encajaba en ninguno de estas dos categorías. Mira Caballos ha desestimado los 5.000 maravedís anuales, llegando a engrosar los ingresos en hasta 21.543,5 maravedís anuales según sus cálculos, (tan sólo las rentas sobre la hierba les proporcionaban alrededor de 11.782 maravedís).
La renta de la familia de Hernán Cortés no era ni mucho menos boyante, pero les permitía vivir cómodamente de acuerdo a su posición social
Sin duda, los Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano no eran una familia rica en cuanto a lo más selecto del término, ni si quiera pertenecían a un grupo privilegiado de la nobleza. En realidad, se trataba de una familia de hidalgos acomodados que, sin necesidad de muchos lujos, podía vivir bastante de acuerdo a su posición social.
Quizás, Cortés podría haberse conformado con aquella situación. Podría haber sido un hidalgo acomodado más de la Castilla de su tiempo, alejado de peligros, intrigas y penurias. Pero su ambición era mucha y su inquietud aún mayor. Su corazón, «que nunca reposaba», le impedía aclimatarse a una vida tranquila y mundana.
Bibliografía:
Esteban Mira Caballos, Hernán Cortés, el fin de una leyenda.
José Luis Martínez, Hernán Cortés.