Y hasta aquí el ¨mambo¨ de Ana Gabriel. Lo que presenciamos ayer fue el estallido de los cañones que han cebado continuamente los políticos catalanes desde hace 40 años, deslucidas décadas en las que Madrid ha surtido de pólvora a la autonomía, mirando hacia otro lado y sin pedir cuentas acerca de en que la empeñaban, contentos porque la mecha que hace 40 años prendió un enano de gestos autoritarios aún se consumía poco a poco. Pero el día llegó, ayer se vio con mayor lucidez que nunca la fractura social que la Generalitat ha ido cociendo en las narices del Estado, un desgarro en toda regla que no solo ha distanciado a la comunidad catalana del resto de España, sino que también ha separado a familias y amigos, tan solo tenemos que ver un par de artículos escritos al respecto o más fácil aún, preguntar a nuestras familias acerca del clima en que se vive allí.
En todo este tiempo el Gobierno Central ha mirado otro lado mientras la banda del ¨3 por ciento¨ se llenaba los bolsillos a costa de los contribuyentes españoles, adoctrinaban con todos su medios (escuela, televisión, radio y prensa) a jóvenes y mayores, dando manga ancha para la difamación, la inventiva y la manipulación. El Referéndum ha sido el máximo exponente de como estas semillas del odio han brotado y germinado, engendrando a los capullos más selectos, capaces de amañar una votación que ya sabiendo ilegal, podrían al menos haberla limpiado con algo de dignidad. Los actos de Policía Nacional y Guardia Civil, han sido ejemplares y más cuando los Mossos les han hecho mancharse las manos hasta pringarse enteros.
Los políticos, culpables de todo este caos se han lavado las manos, escudándose cada uno en quien más les interesa, jugando con la palabra nación a su gusto y paseando a la Constitución por los tugurios más siniestros, con la excusa de que ya nació descompuesta. Amigos míos, la Carta Magna del 78 que vuestros padres y mis abuelos votaron en su día nació con más cordura que los debacles mentales que tenemos que aguantar cada día por culpa de estos patanes y por eso la Constitución mientras siga vigente no tiene por qué amoldarse a nadie.