Decía el otro día Sánchez y repetía ayer el filósofo Illa que «España será de los primeros países en iniciar la desescalada». Falso. Alemania, República Checa o Austria ya están en ello, y mañana mismo Portugal también lo hará. Unas desescaladas por fases, con una casuística clara, mucho más completa que la española y presentadas con mayor antelación. «El estado de alarma es necesario para aplicar el plan de transición». Falso. Se podría llevar a cabo con el consenso de los diputados y en casos extremos aplicar medidas como la del decreto de ley; a día de hoy el Congreso tiene menos simbolismo que el portalito de Belén en febrero. En Portugal, donde el Ejecutivo es del mismo corte ideológico que el nuestro, el gobierno iniciará la desescalada sin aplicar el estado de emergencia; del mismo modo, Austria y Alemania no han recurrido a tal recurso -la república federal ha delegado esta capacidad en sus estados para una administración más flexible-.

Por contra, el Ejecutivo español ha incidido en la idea de seguir prorrogando un estado de alarma que a estas alturas, si atendemos a su perdurabilidad, va adquiriendo los tintes de estado de excepción. El gobierno parece encontrarse a gusto en lo que Fernando Díaz Villanueva a bautizado como «La nueva normalidad», donde el gabinete presidencial hace y deshace a su antojo conforme a los poderes excepcionales concedidos por el Congreso. Hasta aquí todo correcto, la prórroga del estado de alarma y lo que ello implica entra dentro del juego democrático; el papel de la oposición también es crucial sobre el tablero, y conforme a su función «constructiva» así debe actuar. En parte, así lo ha hecho. Por el momento Casado ha respaldado responsablemente el laissez faire del gobierno, actuando con sentido de Estado y confiando en que sus futuros votantes sabrán valorarlo. Pero llegados ya a la tercera prórroga, cabría asumir una postura más valiente, sin necesidad de abandonar el sentido de Estado ya mentado. Si Pablo Casado tiene alguna propuesta real, que mejore las actuales medidas, como líder de la oposición debería abandonar el letargo político y tensar la cuerda del Congreso para que Sánchez escuche otras opciones que, aunque se alejen de los objetivos de sus socios de gobierno, contribuyan decididamente a la reconstrucción de esta postguerra vírica. Sin un poder absoluto, en momentos extremos, no queda otra sino llegar a acuerdos.

El momento no podía ser más propicio, el eje independentista del pacto de investidura -PNV, ERC y EH Bildu- ha dejado en el aire su apoyo, y ahora, sin mucho más que ofrecer a los nacionalismos periféricos, Sánchez podría depender de su antagónico colega. La hora de los políticos es esta, de nada valdrá gritar a la Luna cuando el tiempo se haya fumado la tragedia.

Minutas: «Dos falacias y un mudo». comentarios en «2»

  1. Segundo comentario tendencioso contra el gobierno que veo en su página. Estaba en ella porque pensaba que era una página de historia, no de política. Pero, viendo su tendencia, ahí se quedan con sus críticas a la gestión de un gobierno afrontando una situación nueva y de una magnitud nunca antes conocida. Pero ustedes seguro que lo hubieran hecho mucho mejor.

    1. Amigo Antonio, no está en la obligación de leer lo que no le interese. En la página publico, sobre todo, contenido histórico, el político es muy minoritario, como bien puede ver. Puedo criticar, y de hecho lo hago, con mis argumentos, estoy en mi derecho, como usted está en su derecho de leerme o ignorarme.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Navega fácil