A Hernán Cortés no le costó mucho desprenderse de su primer tesoro. El oro mexicano y las riquezas del Nuevo Mundo deslumbraron al Viejo Continente. Nada mejor para incitar la codicia del rey.

Tras la fundación de la Villa Rica de la Veracruz y el consecuente rompimiento con Velázquez, para comenzar su defensa ante el emperador, Cortés despachó a Francisco de Montejo y Alonso Hernández de Portocarrero, a los cuales acompañaron la primera Carta de Relación, la Carta del cabildo de Veracruz, y un suculento quinto real conformado por el primer tesoro mexicano que impresionó a propios y extraños en España, compuesto por ricas joyas, oro, artesanías de ricas plumas… A Cortés no le importaba desprenderse de sus primeros beneficios. ¿Qué mejor que una buena muestra de lujo que incitara la propia codicia del rey?

La composición del primero tesoro de Hernán Cortés, según López de Gómara, era:

  • 2 ruedas de oro y plata.
  • 1 collar de oro de 8 piezas con 183 esmeraldas y 232 piedrezuelas como rubíes y colgaban de él 27 campanillas de oro.
  • Otro collar de 4 piezas con 102 rubíes, 172 esmeraldas, 10 perlas y 27 campanillas de oro.
  • Muchos granos de oro del tamaño de garbanzos.
  • Un morrión de madera chapado en oro y por fuera con pedrería y 25 campanillas, y por cimera un ave verde, con los ojos, pico y pies de oro.
  • Un capacete de planchuelas de oro y campanillas alrededor, y por la cubierta pedrería.
  • Un brazalete de oro.
  • Cuatro arpones de tres ganchos, cubiertos de pluma de muchos colores y las puntas atadas con hilo de oro.
  • Muchos zapatos cosidos con hilo de oro y guarnecidos de oro, plata y perlas.
  • Una rodela de plata y cuero, y alrededor campanillas de latón morisco y la copa de una plancha de oro y esculpida en ella la imagen del dios Huitzilopotli, dios de la guerra, y en aspa cuatro cabezas con su pluma o piel, a la viva y desollada, que era de león, de tigre, de águila y de búho.
  • Muchas pieles de aves y animales.
  • 24 rodelas de oro, pluma y aljófar.
  • 5 rodelas de pluma y plata.
  • 4 peces de oro, dos ánades y otras aves, huecas y vaciadas de oro.
  • 2 caracoles grandes de oro y un cocodrilo con muchos hilos gruesos de oro alrededor.
  • 1 barra de latón, y del mismo metal algunas hachas y una especie de azadas.
  • 1 espejo grandes guarnecido de oro y otros pequeños.
  • Muchas mitras y coronas bordadas en pluma y oro.
  • Gran cantidad de plumajes de vistos colores.
  • Penachos decorados con plumas, perlas, plata y oro.
  • Muchos abanicos y otros objetos de oro y pluma.
  • 1 manta, especie de capa de algodón tejido de muchos colores.
  • Vestidos y ornamentos de templos y altares.
  • Otras mantas de diversos colores.
  • Mantas de cama, paramentos y alfombras de algodón.

El famoso humanista Pedro Mártir en su “Novus Orbis” relató con tremendo asombro la magnificencia de aquel tesoro al comentar:

No me admiro en verdad del oro y las piedras; lo que me causa estupor es la habilidad y esfuerzo con que la obra aventajada a la materia. Infinitas figuras y rostros he contemplado jamás cosa alguna que por su hermosura pueda atraer tanto a las miradas humanas. (Pedro Mártir)

En el año 1520 el tesoro pasó de España a la pompos a Flandes, donde por entonces se celebraba la entronización de Carlos como sacro emperador de la Cristiandad. Allí acudió el gran pintor renacentista Alberto Durero, quien calculó el valor de aquella maravilla en, aproximadamente, 100.000 florines. Al igual que Mártir, el pintor alemán se atrevió con la descripción del tesoro cortesiano:

A lo largo de mi vida, nada he visto que regocije tanto mi corazón como estas cosas. Entre ellas he encontrado objetos maravillosamente artísticos, y he admirado los sutiles ingenios de los hombres de estas tierras extrañas. Me siento incapaz de expresar mis sentimientos. (Alberto Durero)

El ardid de Cortés surtió efecto, el oro cautivó el alma emperador y el favor de algunos notables de su Corte. El oro y las joyas de la Nueva España despertaron el hambre de las altas esferas. Gracias al tesoro, Hernán Cortés era ahora el indiano de moda en España, el modelo a seguir y el héroe a imitar. Pronto las tintas se cargaron a su favor. A golpe de oro la expedición cortesiana comenzaba a cobrar legalidad. El gobernador de Cuba Diego Velázquez perdía así una importante baza para hacer la justicia que tanto reclamaba.

Bibliorafía:

José Luis Martínez, Hernán Cortés.

Esteban Mira Caballos, Hernán Cortés, el fin de una leyenda.

David Cuevas, El tesoro perdido de «Moctezuma».

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