
A mediados de abril de 1528, Cortés parte de Veracruz con destino a España. Antes de embarcarse, había recorrido todas sus posesiones para cobrar las rentas pertinentes y todo género autóctono de cosas de aquellas tierras. Cortés quería regresar a España como un gran indiano, haciendo gala de la nueva posición social de la que gozaba, merced a las grandezas adquiridas a base de esfuerzo y constancia. A fe que lo hizo. A fines de mayo Cortés llegó a España con una comitiva de 50-80 personas, compuesta por capitanes, señores indios, bufones y cirqueros nativos, auxiliares y servidores, entre otros.
Mucha fue la gente que se maravilló del exotismo cortesiano, incluso en Toledo, donde le esperaba el emperador, ciertos nobles se asombraron de la magnificencia de los presentes y la comitiva, mas no sucedió lo mismo con algunos Grandes y altos funcionarios, para los cuales, aquel indiano venido a más, jamás llegaría ostentar la relevancia de la que ellos gozaban. La cerrada alta nobleza prefería taparse los ojos antes que reconocer la proeza de un hidalgo.


El emperador atendió al de Medellín con muy buenas formas, escuchó sus consejos y le hizo merced de 23.000 vasallos adscritos a una serie de poblaciones y provincias concretas, además del título de marqués del Valle de Oaxaca y el cargo de Capitán General de la Nueva España y las provincias del Mar del Sur. El título de marqués significó para Cortés el mayor logro en cuanto a prestigio social se refiere, era el segundo título nobiliario más alto en la nobleza castellana –por debajo del duque- y el más grande al que se podía aspirar por méritos propios.

La Corona se reservaba las cabeceras más importantes, como eran Tenochtitlan, Tezcoco, Chalco, Otumba, Huejotzingo. Las posesiones de Cortés nunca fueron firmes, la Corona, por medio de la Audiencia primero, y después con la actuación de los virreyes, disputó los pueblos que le correspondían. Así mismo, el título de marqués y el cargo de Capitán General no eran realmente efectivos, pues Cortés sabía perfectamente que sobre él se colocaba una autoridad superior, en aquel momento el gobernador o Audiencia. Con estas medidas y el proceso de residencia abierto –que nunca concluiría- Carlos V pretendía contentar al hombre que le había hecho merced de todo un imperio y al mismo tiempo alejarlo de toda actividad política para con él. La Nueva España hacía tiempo que había dejado de ser una empresa particular, para convertirse en asunto de la Monarquía.

Bibliografía:
José Luis Martínez, Hernán Cortes.
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