Ahora que el asunto del jueves está un poco más frío y hemos procesado las palabras de Pedro Sánchez, que vino a decir que había sido él quien por fin había puesto punto y final a la dictadura franquista y su legado, me gustaría recordar el discurso pronunciado por Marcelino Camacho, en aquel momento diputado por el PCE, durante el debate sobre la Ley de Amnistía en el Congreso el 14 de octubre de 1977:
[…]¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los unos a los otros, si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre?
Para nosotros, tanto como reparación de injusticias cometidas a lo largo de estos cuarenta años de dictadura, la amnistía es una política nacional y democrática, la única consecuente que puede cerrar ese pasado de guerras civiles y de cruzadas. Queremos abrir la vía a la paz y a la libertad. Queremos cerrar una etapa; queremos abrir otra. Nosotros, precisamente, los comunistas, que tantas heridas tenemos, que tanto hemos sufrido, hemos enterrado nuestros muertos y nuestros rencores. Nosotros estamos resueltos a marchar hacia adelante en esa vía de la libertad, en esa vía de la paz y del progreso.[…]
Señoras y señores Diputados, señores del Gobierno, lo que hace un año parecía imposible, casi un milagro, salir de la dictadura sin traumas graves, se está realizando ante nuestros ojos.”
Una exhumación, por necesaria o justificada que sea, no es, ni mucho menos, la prueba del algodón de la Democracia española. No, eso es pura pantomima de un tipo que olvida su historia más reciente. La realidad es mucho más profunda, la realidad es: las manos tendidas, los abrazos conciliadores, el respeto, la concordia… El perdón de quienes participaron en una tragedia como la Guerra civil española y actuaron como arquitectos de unos complejísimos puentes fraternales que por desgracia hoy muchos olvidan.