Ayer, a eso de las diez y media o casi las once de la noche, terminé de ver la nueva serie-documental de la que Prime Video puede sentirse satisfecho: «El desafío: ETA». Debo reconocer que, una vez más, he pecado de gula seriéfila, en tan solo dos días me he metido entre pecho y espalda más de siete horas de documental. Mi sapiencia y curiosidad lo han agradecido, mi vista, no tanto, la miopía continúa su viacrucis de deterioro. Pero bueno, es igual, ha merecido la pena, debo reconocer que es el mejor trabajo sobre la banda terrorista que he visto en pantalla. «El desafío: ETA» es distinta, va más allá.

Atentado en la Casa Cuartel de Vic.

Va más allá porque escapa de la típica producción anclada en el sufrimiento de las victimas, en la entrevista a algún verdugo arrepentido y que con suerte, cuenta por encima la intrahistoria operacional del atentado en cuestión. Esta serie no abandona esa línea porque es crucial para entender, asimilar y ojo, NO OLVIDAR, el daño injustificado de la banda terrorista, pero lo hace de otra manera. Más que entrevistas son testimonios, vivencias a flor de piel relatadas por víctimas de ETA -desde el guardia civil José Pardines, la primera, hasta la última, el policía francés Jean-Serge Nérincolaboradores, periodistas, presidentes del gobierno, guardias civiles, policías nacionales y autonómicos, familiares y amigos de los terroristas -algunos ejecutados por sus propios compañeros de filas- y políticos del PNV, de la izquierda abertzale, del PSOE y del PP. En toda esta galería de relatos debo reconocer la inteligencia del director de la serie que, ofreciendo todas las visiones posibles, consigue que los expartidarios -a regañadientes- de la “lucha armada” se retraten a si mismos como “orgullosos gudaris” que no tienen de qué arrepentirse ni qué condenar.

Ortega Lara pasó 532 días secuestrado por ETA en un zulo de 3,5 metros cuadrados

Va más allá porque la serie se toma su tiempo para narrar pormenorizadamente toda la historia de ETA: origen, organización, evolución, terror, escisión política, jaque, derrota y disolución. De igual manera, aplica el mismo método para analizar la lucha antiterrorista por parte de la Guardia Civil, una Benemérita que hubo de adaptarse irremediablemente a las circunstancias que exigía una nueva forma de terrorismo pupilo del IRA. Con una cuidada instrucción y un sofisticado aparato operacional que se irá desgranando en cada capítulo, observamos cómo el Instituto Armado pasa de ser guardia de caminos a baluarte de la libertad y seguridad ciudadana y experto en la lucha antiterrorista. La serie tampoco se corta a la hora de hablar de las actuaciones desmedidas por parte de las fuerzas del orden, pero es justa y sabe hacer balance moral, suprimiendo con argumentos la imagen de la Institución como cuerpo represivo con inclinación a la guerra sucia.

Ernest Lluch paseando junto a miembros del gobierno socialista de Felipe González.

Va más allá porque a través de sus asesinatos, se muestran las tres principales etapas de ETA. La primera, la vendría a llamar «la ETA amable», que abarcaría el nacimiento de la organización y primeras acciones terroristas al final de la dictadura, cuando de cara a la esfera internacional y parte de la opinión pública, aquellos seminaristas y universitarios imbuidos del espíritu revolucionario de los 60’s y contaminados por un nacionalismo muy utópico, parecían simpáticos guerrilleros en pos de la libertad. La segunda etapa, «Los años de plomo», es la más triste y dolorosamente conocida, ese periodo de tiempo que vino a extenderse desde la Transición hasta los inicios del s.XXI. Unas décadas en las que la sangre, el odio, el terror y la dictadura del silencio fueron capaces de estremecer a la población española y de aunarla como nunca, tal y como sucederá tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. La tercera etapa, a mi juicio, es la de «la ETA acorralada», que, falta de miembros, descabezada por la Guardia Civil y carente de mandos capaces, dará sus últimos coletazos de violencia para demostrar que aún le quedaban fuerzas. Más imprecisa en esta ocasión, pero con las manos nuevamente manchadas de sangre, ETA ve cómo el aparato político-militar se va descomponiendo como un cadáver. Cadáver que mantendrán en exposición hasta 2018 y que desde entonces permanece en velatorio.

Miguel Ángel Blanco (29 años), concejal de Ermua por el PP, secuestrado y asesinado por ETA.

«El desafío: ETA» ha venido para quedarse, para ser memoria gráfica de la página más sangrienta y dolorosa de la democracia española. Una memoria que por desgracia se ha convertido en desmemoria para los más jóvenes y para muchos de los que vivieron en la España de ETA. Una memoria que, por desgracia, sólo puede ser resucitada por imágenes y audio en una sociedad en la que leer para recordar parece pecado capital. Ojalá esta serie-documental sirva para que ese 60% de los jóvenes que no conocen la historia de Miguel Ángel Blanco, muestren el mismo civismo que demostró España en los días previos y posteriores a su asesinato. Porque es de vergüenza que el inhumano secuestro de Ortega Lara sea recordado por tan sólo 3 de cada 10 españoles, porque es injusto que a Ernest Lluch sólo lo conozcan 2 de cada 10 jóvenes y porque es inconcebible que tan sólo un 5% de la población sepa que ETA mató a centenares de personas. Para valorar lo que tenemos hoy, hay que pararse a pensar cuánto se perdió por el camino, de lo contrario, la historia está condenada a repetirse.

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