En agosto de 1928, el insigne periodista sevillano Manuel Chaves Nogales se embarcó en un reportaje único para la España del momento. ¿Su objetivo? Mostrar a la sociedad española el hervidero totalitario europeo
En la joven República de Weimar aún faltaban 5 años para evidenciar los síntomas dictatoriales del nazismo en el Reichstag. Pero en la antigua Rusia de los zares, la semilla de Lenin había germinado después de más de una década de terror, hambruna y colectivización forzosa.
Chaves Nogales llegaba dispuesto a desmitificar la utópica URSS vendida al extranjero. Un idílico paraíso en la Tierra, para otros una réplica helada de las ruinas de Nínive. Con la ecuanimidad que lo caracterizaba, estaba decidido a descubrir la verdad de una URSS estalinizada, fríamente vigilada por el NKVD y cosida con sangre por el férreo puño del Secretario General del PCUS Iósif Stalin.
¿El amor hacia el pueblo debe llevar hasta el extremo de sacrificarlo? (Manuel Chaves Nogales)
Poniendo al lector en antecedentes, Chaves asegura: me he limitado […] a exponer, desnudos de artificio, los pequeños hechos de la vida cotidiana que caían bajo mi zona de observación, y he guardado cuidadosamente tanto la documentación oficial, que a manos llenas se me ha ofrecido en Rusia, como cualquier deseo de interpretación personal que pudiera haberme asaltado.
La primera impresión del periodista en la cuna de la Revolución Bolchevique es la esperada: Leningrado conserva todavía la emoción de la clandestinidad revolucionaria. La visión de Moscú es mucho más devastadora: Apenas se pone el pie en Moscú, se tiene súbitamente […] la sensación de que aquello ha sido arrasado por la revolución […]. El bolchevique ha querido hacer tabla rasa de todo lo anterior. Esto donde se ve bien es en Moscú.
Aparentemente impávido, pero sin desvalijar su faceta humana, Manuel Chaves Nogales explica que la revolución ha sacado de sus goznes las hojas de las contraventanas […], ha metido tres familias -tres extrañas familias- en lo que antes era cochera de los señores. Y apunta: Pero todo sigue exteriormente igual. Dentro, en las estrechas habitaciones, hay hacinada una humanidad conmovida por la revolución que intenta vanamente acomodarse a las exigencias de los tiempos nuevos. En cada habitación, una familia; en cada familia, una guerra viva. El padre es nepman, el hijo comunista; la madre va todos los días a pedir al pope consuelo para sus tristezas. Todo esto por dentro. Afuera siguen brillando las cúpulas doradas de las iglesias. […]. El espíritu de las gentes ha cambiado, pero el espíritu de la vieja ciudad subsiste después de haber sido arrasada.
Apenas se pone el pie en Moscú, se tiene súbitamente […] la sensación de que aquello ha sido arrasado por la revolución. (Manuel Chaves Nogales)
Asimismo, el reportero se detiene en una curiosa observación que refleja uno de los tópicos más estalinistas en la nueva y revolucionaria URSS: Todo Moscú está lleno de la iconografía de la revolución […]. No hay modo, sin embargo, de encontrar un retrato de Trotsky en toda Rusia. Ni rastro de Trotsky. La purga y la imagen del nuevo régimen “socializante” se estaba volviendo a pasos agigantados contra las cabezas de la «Gloriosa Revolución» y Chaves Nogales lo había advertido con nitidez.
Del mismo modo, el periodista relata con gran asombro el carácter irreductible de una población que ha aprendido a convivir con la represión y se niega a abandonar sus -ahora censurables- tradiciones de mayor raigambre, como es el caso del profundo sentimiento religioso profesado por una sociedad catequizada en el credo ortodoxo:
El bolchevique ha querido hacer tabla rasa de todo lo anterior. (Manuel Chaves Nogales)
Las iglesias van jalonando todo el campo. ¿Se comprende ahora la fuerza indestructible que tiene la religión entre esta gente, fuerza que ni siquiera la gran conmoción del comunismo ha podido neutralizar?. Y percatado del sufrimiento que percibe en buena parte de la sociedad, provocado por el hambre, la miseria y el terror se pregunta: ¿El amor hacia el pueblo debe llevar hasta el extremo de sacrificarlo?.
A su partida del régimen de Stalin, Manuel Chaves Nogales analiza la nueva estructura social construida por el comunismo y expone de manera brillante: De la obra revolucionaria el viajero no ve más que las resquebrajaduras. La reconstrucción de la sociedad deshecha por la revolución sobre la base de la dictadura del proletariado escapa a su comprensión. Y esta reconstrucción, no terminada aún, es, a pesar de todas las fallas, una obra formidable.
De la obra revolucionaria el viajero no ve más que las resquebrajaduras. (Manuel Chaves Nogales)
Y expone sin tapujos que después de haber recorrido Rusia y de haber buscado afanosamente cuanto en pro o en contra de la revolución se ha escrito, yo me atrevo a creer que la postura del hombre auténticamente civilizado no es la de ser comunista o anticomunista, sino la de estar atento al desenvolvimiento de los hechos […], sin desechar la posibilidad del alumbramiento de una nueva humanidad, pero sin perder de vista al mismo tiempo que puede haberse errado la senda.
La postura del hombre auténticamente civilizado no es la de ser comunista o anticomunista. (Manuel Chaves Nogales)
La reflexión, a ojos de cualquiera, no puede estar mejor encaminada, aunque, a pesar de todo, el periodista, en su línea prudente, concluye advirtiendo: No quiero tampoco dejarme arrastrar por esta impresión puramente subjetiva de pequeño burgués o intelectual que se siente excluido o, mejor dicho, perseguido por la clase social dominante hoy en Rusia.
Bibliografía:
Manuel Chaves Nogales. “La vuelta a Europa en avión: Un pequeño burgués en la Rusia roja”. Manuel Chaves Nogales (1929). «El Heraldo de Madrid». BNE.