Era hombre alto, seco, de buen rostro, la barba rala, valiente hombre por su persona y animoso hombre de gran verdad. Tenía por costumbre de cuando algo le pedían decir siempre de no. (Pedro Pizarro, “Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reinos del Perú”).

Hacia la apertura del s.XVI ningún español de la época hubiese apostado un maravedí de su bolsillo por el futuro de aquel extremeño de dudoso linaje que poco o nada tenía que hacer en su solar de origen. Nacido en Trujillo (Cáceres) entre 1478 y 1483, Francisco Pizarro ha pasado a la historia por ser, presumiblemente, el bastardo más laureado de la conquista de América. Aún a día de hoy se sigue debatiendo si el conquistador del “Birú” era hijo de su padre. Tradicionalmente se ha afirmado que fue fruto de la aventura extramatrimonial entre el capitán Gonzalo Pizarro y una criada llamada Francisca González, pero recientemente Esteban Mira Caballos ha lanzado la hipótesis de una nueva progenitura.

Francisco Pizarro no sólo pasó a la historia por su conquista del Perú, sino también por el bastardo más laureado de la conquista de América.

Según Mira (“Francisco Pizarro”, 2018) atendiendo a detalles como que el supuesto padre biológico no lo bautizara acorde a su nombre de pila ni lo reconociera siquiera en su testamento a pesar de ostentar la primogenitura de su descendencia, es muy probable que el verdadero padre del conquistador fuese un primo hermano de Gonzalo, cuyo nombre coincide con el del retoño: Francisco Pizarro. Francisco “El Viejo” -que así lo llamaré- tuvo una vida sobradamente díscola y desenfrenada, y bien pudo haber dejado encinta a alguna vecina en su juventud. Consciente de su mal vivir y de su nefasto ejemplo, es posible que confiara a Gonzalo, de mayor templanza, el cuidado y tutela de su hijo. Éste lo asumiría, pero convino asignarlo a la tal Francisca González bajo una pensión vitalicia para el sustento de ambos.

Recientemente Esteban Mira Caballos ha lanzado la hipótesis de que el capitán Gonzalo Pizarro seguramente no fuese el verdadero padre del conquistador del Incario.

Cierto o no, es igual. Lo importante es que el joven Francisco Pizarro, de justo alfabeto, pronto advirtió que poco o nada tenía que hacer en aquella España reconquistada donde los hombres de armas comenzaban a sobrar y eran requeridos en la península italiana. Se desconoce si Pizarro llegó a engrosar las huestes del Gran Capitán junto a su padre, aunque todo apunta a que no, por cuestiones cronológicas y de edad. La idea de probar fortuna en las Indias le atrajo poderosamente más que la cruda guerra europea: menos competidores, más recompensas, más oportunidades de ascenso; más razones por las que arriesgar la vida. Aún con todo, su primera experiencia en el Nuevo Mundo fue decepcionante. Cuando Pizarro arribó a La Española, seguramente bien entrado el año 1504, la isla ya estaba prácticamente pacificada. Apenas quedaban indios, minas o tierras que repartir, y en torno al gobernador Nicolás de Ovando se había consolidado un grupo de fieles y leales extremeños conocidos como los garrovillas. ¿Qué hacer entonces? Consciente de que su única promoción partía de su destreza con las armas, Pizarro decidió alternar las plazas y tabernas de La Española malvendiendo su vida y su espada a cualquier postor, ganando experiencia en la pacificación de indios y estancando su nombre en el anonimato.

A su llegada a La Española, Pizarro se encontró una isla pacificada, sin oportunidades, por lo que tuvo que malvender su vida y su espada.

Todo cambió en 1509 con la llegada de Alonso de Ojeda y Martínez de Enciso. La expedición a Tierra Firme se anunció a bombo y platillo entre los baquianos de la isla, muchos fueron los que como Pizarro vieron en aquella aventura el fin de sus penurias y el comienzo de una nueva vida. Sin embargo, lo acaecido en San Sebastián de Urabá con los nativos pronto desmontó todas las ilusiones. De la noche a la mañana la situación se volvió insostenible, y a falta de Juan de la Cosa, Ojeda tomó a Pizarro como su mano derecha y lo dejó al cargo del fuerte tras su partida a La Española. Para entonces el trujillano era un “nobilis vir”, que diría Pedro Mártir, un hombre hecho a sí mismo, de carácter frío y duro pero guiado por unos códigos y valores propios. Carmen Mena suscribe estas afirmaciones y apunta que la elección de Pizarro bien pudo darse por ser prudente, ducho en la espada, recto y bien intencionado, cualidades excepcionales en un entorno de rufianes pendencieros.

Alonso de Ojeda eligió a Pizarro como su mano derecha y capitán de San Sebastián por su carácter recto y buenas aptitudes guerreras.

Al mando de un grupo de 80 hombres famélicos, desmotivados y enfermos, el trujillano estrenó su rango de capitán y dio fe de su capacidad de resistencia al encabezar día tras día pequeñas salidas y escaramuzas contra los nativos. Aguantó el tiempo acordado con Ojeda, 50 días; 50 días en los que tuvo que lidiar con un enjambre de broncas y nervios a flor de piel, hasta que finalmente, viendo lo inútil de su resistencia, la primera quincena de noviembre de 1510, Pizarro prepara su regreso a La Española improvisando 2 barcos. Con él iban tan sólo 70 hombres y 4 yeguas a las que ordenó hacer tasajos en salmuera.

Transcurridos los 50 días de resistencia obligatoria, Pizarro embarcó con sus 70 hombres en 2 barcos improvisados.

El regreso terminó en desdicha con el naufragio de las embarcaciones y la llegada del bachiller Enciso, quien obligó a los supervivientes regresar inmediatamente a San Sebastián so pena de traición. Frío y obediente, Pizarro dejó el mando, acató órdenes y convenció a sus compañeros para que le siguieran de vuelta a la tierra que años después lo lanzaría a la empresa que lo colmaría de bienes y laureles. Los presagios del Inca pronto se cumplirían.

Bibliografía:

  • Carmen Mena, “La forja de un conquistador. Francisco Pizarro en el escenario del Darién”.
  • Esteban Mira Caballos, “Francisco Pizarro”.

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